La audición de un sueño.
Era un lunes en la noche y yo estaba en la universidad viendo la Finanzas I; era mi primer semestre de los dos años finales de la licenciatura en Administración de Empresas. Al finalizar la clase, me paré y no regresé a la universidad, total ya tenía dos títulos como Técnico Superior en Gerencia y otro en Administración de personal. Estaba trabajando a nivel corporativo como analista de reclutamiento y selección de una importante empresa en Venezuela. La justificación para irme esa noche de la universidad y dejar la carrera, fue que no me gustaban las finanzas y no las entendía.
Esa semana me llené de muchas razones para comentar entre mis amigos que no iba a continuar en la universidad, con mi familia era un poco más complicado y llegaría el momento para comunicarles mi decisión.
El domingo siguiente, revisando el periódico, leo el aviso de las audiciones para una importante escuela de teatro, la misma de la cual habían egresado importantes actores y actrices venezolanos. En ese momento fue la oportunidad de hacer realidad mi eterno sueño de ser actor, me llegaron a la mente todas las veces que había imaginado estar en la actuación, vivía construyendo historias y creando mis propias novelas y películas. Durante varios días estuvo dando vuelta en mi cabeza, la posibilidad de presentarme en la audición. Era la posibilidad de vivir una experiencia que me llamaba la atención y además, era la señal que validaba mi decisión de no continuar la universidad.
Me llené de valor y fui hasta la escuela para registrarme y buscar la información de la audición. Recuerdo que regresando a casa estaba alegre y con mucho entusiasmo para vivir mi “primera audición”, posiblemente sería un actor reconocido.
La audición era importante y había que prepararse, me encerré en mi apartamento toda la Semana Santa. Leí obras, revisé literatura, me aprendí mi monólogo y por supuesto, seguí soñando.
El día del examen fue lleno de fechas, autores, personajes, historia y cultura en general. La audición fue en el teatro de la escuela, estábamos 10 personas en escenario y dos directores nos pedían hacer algunas acciones, veía las luces que hacían contraste con la oscuridad y el vacío en las butacas del público, escuchaba las instrucciones que nos daban y los pasos de mis compañeros. Cada uno quería ser mejor que el otro, todos queríamos tener un cupo en la escuela. Uno de los directores nos pide que sigamos un ritmo, cuando estábamos haciendo los movimientos grita: “hoy nos tocaron todos los sordos”. En ese momento sentí que mi sueño se alejaba rápidamente. Regresé a la casa con la sensación que no lo había logrado. A esto, me repetía: “viviste la experiencia”. Debo confesar que recé mucho y esperaba que me seleccionaran.
Finalmente llegó el día de ir a revisar el listado de los seleccionados. De las 150 personas que asistimos a la audición, solamente quedabrían 30. Mi corazón estaba muy acelerado mientras revisaba el listado y en un momento, todo cambió. Mi nombre estaba escrito en el listado; era parte de los 30 nuevos estudiantes de la escuela. Por supuesto que lo conté a todos mis amigos y a mi familia; tenía la certeza que iniciaba un nuevo camino para mi.
Con la noticia de haber pasado la audición llegó una decisión; el horario de la escuela no me permitía seguir con mi carrera corporativa en Recursos Humanos. Dejar mi empleo no fue bien recibido por mi familia, yo tenía un cargo que económicamente me hacia estar estable y mantener mi apartamento.
Mi sueño de ser actor estaba cada vez más cerca; si había sido seleccionado era una señal y yo debía seguir lo que quería. Renuncié a mi empleo y acepté ir a un trabajo de medio tiempo y con menos dinero. Eso no importaba, yo estaba haciendo mi nueva carrera profesional. El día que me despedí del vicepresidente de Recursos Humanos me dijo: “espero ver pronto tu nombre en las carteleras del teatro”. Esas palabras fueron desde ese momento, mi mantra.
Comencé a vivir una nueva etapa, como estudiante de una importante escuela de teatro. Era un mundo completamente nuevo y lleno de experiencias, me gustaba estar con mis compañeros y darme la oportunidad de experimentar en el mundo artístico.
Las cosas en mi nuevo empleo empezaron a estar mal, no había considerado que la dueña de la empresa no tenía suficiente entrada de dinero para sostener mi cargo. De hecho, la plata no me llegaba en las fechas de pago y comenzó una realidad inestable. No seguí en ese puesto de trabajo y comencé a buscar empleo.
En paralelo a la búsqueda de trabajo, llegó la primera prueba de la escuela. En ese corte saldrían algunas personas y el grupo sería más reducido. Necesitaba y quería mostrar mis talentos. Por esos días apareció Luis, un productor y estudiante de arte que se convirtió en mi mentor informal y un aliado en el camino de la actuación.
Luis me llevó a otra escuela para buscar el monólogo que podía presentar en la primera prueba de actuación. Para mi gran sorpresa, el director era Paul, el mismo que en mi audición gritó: “Hoy nos tocaron todos los sordos“. Hablando con el director me preguntó: ¿Quieres venir a estudiar en esta escuela?, me sorprendió y me alegró, pensé que para él yo no tenía los talentos necesarios para la actuación, ese día nuevamente me dije que estaba en el camino correcto.
Otra decisión comenzaba a tocar mi puerta, era quedarme en una escuela de renombre o estar en una menos conocida. Con esa situación empezó un aprendizaje que todavía hoy me acompaña, me había dejado llevar por la primera información que vi en un periódico y no había buscado otras opciones; en esta nueva escuela, el horario me permitiría trabajar nuevamente en mi profesión, la mayoría de los profesores eran los mismos de la otra escuela y además era pública.
Tomé la decisión de irme a la nueva escuela, comencé a buscar empleo en Recursos Humanos, me ubiqué en una empresa al poco tiempo.
En algunos momentos me cuestioné si no le di contexto a mi sueño, y dejé todo sin buscar opciones que me permitieran seguir con mi éxito laboral y transitar lo que me apasionaba, descubrí que ambas realidades podían convivir.
Seguí adelante apostando a la actuación, a los pocos meses me llamaron para hacer parte del grupo profesional de la escuela, fui el primero de mi curso en entrar a trabajar con los egresados. Abrí la puerta a la creación de personajes y estar delante de un público, fue un período lleno de retos. La segunda obra profesional que hice fue ocupando el lugar que dejaba un actor que, a la vez, era modelo. El personaje en un momento, se quedaba sin camisa, mi contextura era muy delgada y se notaba la diferencia entre los dos. La primera vez que me quedé sin camisa, se escuchó la risa en todo el teatro y dijeron que era un “gancho de ropa”; en ese momento me quedé en blanco y no supe que hacer. Al terminar la función el director me dijo que me riera de mi mismo, para que la risa de los demás se unieran a las mías. Eso hice y todavía hoy recuerdo mi risa y la de los demás, me ayuda a mostrarme ante el otro con mis talentos y oportunidades. En muchos momentos, me rio de algunas de mis características para fluir en lo que vivo.
Mi madurez no me apoyó en el mundo laboral; al año salí de la empresa en la que estaba empleado. Estaba avanzando en la escuela de teatro y no quería dejar mi sueño; por lo cual, decidí buscar empleo en otra área. El dinero ya no entraba igual que antes, poco a poco perdí mis tarjetas de crédito, entregué el apartamento en el que vivía, vendí mis muebles y me fui a compartir un apartamento.
En muchos momentos no tenía dinero para comer, el teatro no pagaba lo que yo necesitaba y mi trabajo no era estable. Terminé mis estudios en actuación, le di vida a personajes que me regalaron grandes vivencias, hice casting para telenovelas y películas, ese mundo se movía más por el contacto. Seguí firme en buscar oportunidades y tenía fe que lo iba a lograr.
Una noche estaba en un café de la vida bohemia, ese mismo lugar en el que iba con mis compañeros de teatro y compartíamos una gaseosa entre todos; no había plata para comprar nada más. Iba saliendo del café y encontré a un bailarín contemporáneo que conocía. Me pidió que lo acompañara a comer y tomar algo. Mientras conversábamos, le pregunté si era su cena, me respondió: “es la única comida que he hecho”. Luego le pregunté: ¿Cómo te vas para tu casa?, su respuesta fue: “pido en un transporte público que me dejen entrar”. Esa noche caminé hasta mi casa y me di cuenta que quería hacer un alto en mi sueño, había cosas que no estaba mirando y eran valiosas para mi. Me di cuenta que el mundo del teatro lo quería vivir diferente y no estaba siendo de bienestar para mi.
Mi amigo bailarín, sin saberlo, esa noche me inspiró a cambiar de rumbo y retomar un camino, que era diferente al que había transitado. No fue fácil regresar al mundo laboral en mi profesión. Para las organizaciones no era atractivo mi perfil, ya que había estado cerca de dos años, en el mundo artístico y en otras áreas.
Finalmente, logré llegar a un cargo de liderazgo en el área de Recursos Humanos. Mi inmadurez me ganó y salí al poco tiempo. Esa situación fue un regalo en mi vida, me hizo dar cuenta de que, durante esos años, había estado saboteando mis logros, y que, en algunos momentos, esa realidad la había disfrazado con el vestuario de “voy por mi sueño”. Entré a una nueva organización y también me ocupé de hacer trabajo personal, aparecieron mentores que me acompañaron y apoyaron a reconciliarme con el éxito.
Si miro cuando dejé la universidad, me fui a la audición de teatro sin buscar otras opciones, renuncié a mi empleo y acepté un trabajo que no iba a funcionar, me doy cuenta que tuve la ausencia de un mentor que estuviera cercano a mi, todo lo viví desde mi visión y perdí de vista muchos detalles que luego, me pasaron factura.
Regresé a la universidad, terminé la carrera, hoy estoy haciendo vida en Colombia, me di cuenta que en mi esencia está el crear personajes e historias, lo he integrado en mis roles de facilitador, mentor y coach.
Sigo dándole la mano al éxito, a veces me da miedo y no sé qué hacer con él. Hemos aprendido a convivir y danzar juntos. Lo que viví, me llevó a descubrir y hacer realidad mi sueño, que no es haciendo de actor, es dando vida a muchas historias. Desde mis experiencias puedo reconocer, honrar y mirar con dignidad las historias de otras personas.
Mientras escribía este texto, asocié mi sueño con una cometa. Lo más importante para que cualquier cometa vuele es que haya buen viento; sino lo hay, se necesita correr bastante para que flote. Recomiendan darle la espalda al viento, ubicarla bien y al tiempo halar y aflojar, hasta que tome altura.
Sigo haciendo realidad mi sueño, entendiendo que el corazón y la razón necesitan convivir juntos. Lo vivido me impulso a descubrir, muchos años después, la grandeza que sea anida en el rol de mentor. Mis experiencias me enseñaron a abrirme al aprendizaje y hacer algo con mi historia; desde esa realidad, puedo mirar la grandeza de las otras personas.
Hay un espacio en el que convive la universidad, en la que cada día decido quedarme, y la audición que sigo haciendo en un gran teatro: la vida.
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