La historia de Quirón ha sido un tema que todavía hoy me apasiona. Algunos se pueden preguntar: ¿Quién fue Quirón?
A continuación, les voy a compartir información que he ido recabando a lo largo de estos años.
En la mitología griega, Quirón, fue un centauro, una criatura fantástica y poderosa, sumamente sabio, tenía aspecto humano hasta la cintura, y de allí para abajo, de caballo. El rasgo que le hizo especial radicó en que, a diferencia de los de su especie, él era muy inteligente, atento, respetuoso y amigable.
Hizo de educador con los héroes: Jasón, Acteón, Eneas, y de algunas personalidades: Asclepio, dios de la medicina, el filósofo Jenofonte, instruyéndolos sobre diversas áreas en las que se especializó: música, medicina, arte, cirugía, moral, caza, entre otras. También Aquiles, Eneas, Esculapio recibieron sus recomendaciones y se dejaron guiar por su modelaje para vivirsituaciones diarias, es decir, que Quirón también hizo de coach, mentor y facilitador.
¿Cómo comienza la historia de Quirón? El dios Cronos se enamoró perdidamente de Filira (hija de Océano y de Tetis) ante su acoso obsesivo, la ninfa pidió a Zeus que la convirtiera en yegua para así, disuadir las intenciones de Cronos, pero éste, percatado de la acción de Filira se convirtió en caballo para poseerla.
De esta unión nació Quirón, mitad hombre, mitad caballo. Filira al ver el fruto de su vientre, después de un tortuoso parto, le pide a Zeus, que la convierta en tilo, para así no tener que amamantar a semejante criatura y lo abandona. A la sombra de este árbol y protegido por su padre adoptivo Apolo y su madre adoptiva Atenea, crece Quirón bondadoso y sabio, interesado en la poesía, la escritura, y, sobre todo, en las ciencias curativas; la medicina y sus remedios, proporcionando alivio al débil y fuerza espiritual, al que se acerca a la muerte.
Un día, Quirón fue herido accidentalmente por una flecha envenenada con la sangre de la Hidra, que disparó Heracles (Hércules), su amigo, en una lucha con otros centauros. Quirón queda lastimado en una de sus patas, es decir, en la parte animal de su cuerpo biforme (el que tiene o posee dos formas). Vivió con su herida física que lo acompañaba siempre, también, adicionalmente tenía una herida emocional: el abandono de su mamá. En su día a día, Quirón vivió con sus heridas del cuerpo y del alma. Al ser inmortal, estaba condenado a un dolor eterno, fue capaz de llevar con dignidad sus heridas, eso lo hizo más sabio y lo llevó a aprender sobre la naturaleza del dolor, se convirtió en el más grande de los senadores de la mitología griega, conoció el dolor y sufrimiento.
Al igual que Quirón tenemos heridas que nos acompañan durante nuestra vida. Con mis mentores he ido aprendiendo que me puedo quedar lamentándome de mi dolor y dirigiendo mi rabia contra los demás, o con ellas puedo escribir grandes historias.
Aprendí con Carola Castillo que, al igual que Quirón nosotros también tenemos heridas, son esas heridas “sagradas”, hoy las cuido y las honro, son las que me permiten acompañar a otras las personas. Como Quirón, me he ocupado de sanar mis heridas, en algunos momentos duelen más y en otros, un poco menos.
En Oriente existe un viejo adagio que dice: “Cuando el alumno está preparado aparece el maestro”. Desde mi mirada creo que no solamente tiene que ver con la preparación del alumno, sino también con la preparación del maestro desde su propia historia; cómo la vivió y la vive en la actualidad.
Para un mentor el haber transitado su historia con dignidad y enfrentado sus dolores, le permite respetar al mentorado, porque tiene una visión del camino en el viaje sagrado de la vida en que él está y va a poder transitar. Acompañar a un mentorado es un acto de amor con el otro y además es un espacio en el que nuestra esencia como mentor se expande.
El gran Quirón ha sido uno de mis grandes aliados, me ha mostrado que renunciar a mis heridas sería dejar a un lado la historia que me lleva con pasión a vivir mi hacer de mentor, facilitador y coach.
Hoy hago de un sanador herido que lleva con dignidad sus heridas “sagradas”. Tengo muchas historias que contar sobre cómo mis heridas han agregado valor a mi vida y a los otros.
Acompañando a un mentorado puedo también abrir el espacio para reconocer y honrar sus heridas, desde el adulto que es cada uno, ya que conozco las mías y las cuido.
Rafo Rivero
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